Se hundió en un mar de colores pasteles, y era tal el peso que ellos ejercían sobre su cuerpo que tuvo que agitar los brazos más rápido que una avestruz para no terminar hundida en el fondo. En plena desesperación ya no sabía si eran brazos o alas. Después de tanto esfuerzo, minutos que parecieron horas, pudo salir a la superficie y darse cuenta que las cosas habían cambiado. Por emepezar, ella misma, su cara, su boca, su nariz, todas cubiertas por colores que nunca antes había visto. Le pareció rarito. Miró a lo lejos y vio una ciudad también diferente. Era como si los edificios fueran más largos, como si alguien los hubiera estirado para arriba como los heladeros estiran la punta de un helado con cucurucho. Le pareció raro. Las gentes que transitaban por las veredas tampoco eran las mismas. Miraban para abajo, y en vez de gestos en sus caras tenían una cruz con dos ojos. Le pareció más raro aún. Los autos tenían una forma distinta a la de antes, ahora tenían forma de perros.- Claro, si son parecidos, solo que los perros son más lindos!!- pensó. Pero también esto le pareció raro. Siguió observando como los detalles habían transformado su barrio, su ciudad, su cara, su vida. Detalle por detalle, puntito por puntito, todo había muerto y renacido en otro envase, o con otro traje, o con otro papel de regalo.
- Todo lo que tuvo que pasar, pasó.
Se miró la punta de la nariz, y volvio a sumergirse en el mar de colores pasteles.
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